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Francisco Murillo Soto

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Francisco Murillo Soto
Francisco Murillo Soto
Por : Juan Ramón Martínez
En Olanchito y en las ciudades de los alrededores (Trujillo, La Ceiba y Tela) se considera al profesor Francisco Murillo Soto (nacido el 4 de junio de 1893 y muerto el 6 de junio de 1988) como el más grande educador del siglo pasado. Fue hijo de matrimonio formado por Juan C. Murillo y Norberta Soto de Murillo. En Olanchito, se le reputa como el fundador de la Semana Cívica, actividad que desde 1935, se ha convertido en el instrumento que le da identidad a la bella sociedad del norte del país. Un análisis de los escritos de Murillo Soto –desde el “Olanchito Moderno”, primer periódico que se funda en la ciudad, contando con el apoyo del general Zelaya que trajo al efecto una imprenta desde Yoro, la cabecera departamental hasta el Diario Pedagógico que llevaba disciplinadamente como ordenaban los instructivos a cumplir por los educadores de entonces, pasando por el periódico Futuro— permite verificar su vena de escritor y reconstruir las visiones de los docentes de su tiempo, sus compromisos disciplinarios los valores a cultivar entre los alumnos, el liderazgo ejemplar que los docentes debían ejercer de cara a la comunidad; y su visión de la escuela como factor movilizador de la voluntad de las nuevas generaciones a favor del cambio y la transformación de la discreta vida ciudadana de entonces.
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 Francisco Murillo Soto Alumno egresado de la primera promoción de Pedro Nufio, –el extraordinario docente guatemalteco que hizo escuela y cambió el país en mucha mayor proporción que los caudillos que en su tiempo desgobernaron a Honduras–, ejerció su profesión en Olanchito y en Trujillo. Aquí, el 18 de abril de 1920, contrajo matrimonio con Sergia Escobar, hija de Gregorio Escobar y Ramón Torres de Escobar. De este matrimonio nacieron Raúl, Elvia, Francisco, Hila, Olga, Oscar, Thelma, Relina y Aníbal. En 1926, todavía residiendo en Trujillo, como efecto de sus visiones a favor del cambio en el mundo, crea una sociedad de obreros, bajo el liderazgo de su coterráneo Ángel Moya Posas, director de El Atlántico –que entonces se publicaba diariamente en La Ceiba— y hombre de izquierda (pero admirador de Carías andino y miembro del Partido Nacional) –que admiraba la unidad de los trabajadores, los militares y el gobierno, siguiendo el ejemplo de la triunfante revolución soviética en la URSS. El mismo Murillo Soto, es elegido presidente de la Sociedad–. Su visión de las cosas; y especialmente de la historia, muestran a un docente que cree que “las clases de historia deben tener un carácter analítico especial, que, unido al narrativo, de los frutos que se persiguen con la enseñanza de esta materia. El maestro no debe concretarse a la simple narración histórica que nada enseña y que no promueve el sentido de observación en los alumnos” (Diario Pedagógico, 18 de julio de 1935).

 De regreso a Olanchito, en 1935, lo encontramos dirigiendo la escuela de varones Modesto Chacón. La escuela de niñas igual que ahora, llevaba el nombre de José Cecilio del Valle. La lectura del Diario Pedagógico de ese año, –sin faltar un día siquiera, escrito a mano por Murillo Soto, en una letra firme y con unas ideas muy ordenadas que confirman su calidad de narrador natural– encontramos descrito prolijamente todo lo ocurrido en la institución que dirige, las instrucciones que trasmite a los profesores, (Florencio Puerto, sub director, Antonio S. Soto, Ramón Durán Hernández, Donaciano Reyes Posas, Antonio S. Sánchez y Rubén Garay Urmeneta) el comportamiento de estos en la dirección de los grados bajo su cuidado, las faltas en que incurren; e incluso los acontecimientos personales que son sometidas a sus familias, como fue el caso de la muerte de dos niños de pocos días de nacidos, hijos del profesor Donanciano Reyes Posas. Y los mecanismos de sustitución, en estos casos, de los profesores que por razones justificadas —y Murillo Soto insiste en estos extremos—dejan de asistir a sus tareas. Por este Diario Pedagógico, nos enteramos que el joven Ramón Amaya –que todavía no había asumido el paterno Amador para firmar sus obras literarias—era una suerte de docente auxiliar al que Francisco Murillo Soto echaba mano para sustituir a los profesores con dificultades. Y al cual le dispensa, cariño y afecto por su temprano talento. Por cada uno de los días trabajadores, Ramón Amaya recibía el pago correspondiente que, creemos que aporta el profesor que ha sustituido que, en la mayoría de los casos, es el propio director de la escuela, Francisco Murillo Soto que además del cargo, era responsable de los alumnos del Primer Grado.

 Para el fundador de la Semana Cívica, insiste en la asistencia de los profesores al desempeño de sus tareas. “Conviene dice, para el mejor suceso, hacerse penetración de la responsabilidad que se tiene como educador en el ambiente de la Patria, procurando asistir a la labor diaria, aún con dificultades. Si estas toleran el trabajo profesional. El maestro es el único que puede levantar su profesión, pero para ello se necesita sacrificio, acción, cultivo y concepto de responsabilidad”. (Diario Pedagógico, junio 15 de 1935). Pero además, se aprecia por la lectura que este Diario Pedagógico el prestigio regional que tiene la escuela Modesto Chacón bajo la dirección de Murillo Soto, de forma que llegan profesores de Sonaguera a visitarla para conocer su desempeño, los métodos usados y los resultados alcanzados. El 18 de junio de 1935 “se presentó el profesor don Álvaro Guerrero director local en funciones en el municipio de Sonaguera. Manifestó su deseo de presenciar una clase de lectura y escritura simultánea en el Primer Grado.

El Director del plantel –que además tenía bajo su responsabilidad el Primer Grado—accedió e inmediatamente se dictó la clase solicitada, iniciándose después una plática pedagógica sobre diversos temas en que el mencionado profesor Guerrero tenía interés en tratar. (Diario Pedagógico, junio 18 de 1935). Con lo que es consecuente con la idea “que los profesores no deben perder de vista la obra de la escuela en el conjunto del progreso nacional y sobre esta divisa, exigimos puntualidad, estudio, entusiasmo y disciplina para hacer de nuestra escuela, un centro alegre, constructivo y real en la conquista del alfabeto y de las virtudes cívicas. Todos los profesores tienen la obligación de leer este libro (Diario Pedagógico) en la parte correspondiente para informarse de las impresiones diarias de la escuela y tomar la nota personal del caso” (Diario Pedagógico, 20 de mayo de 1935). Murillo Soto por su parte es incansable en la proyección de la escuela entre la comunidad, la vinculación de los alumnos con el alrededor –bosque, ríos, vecindarios- y el cultivo de actitudes respetuosas con respecto a la propiedad privada, incluso de bienes caídos en el suelo como los mangos maduros de la propiedad de don Andrés Alvarado, padre de Andrés Alvarado Puerto, canciller del gobierno de Ramón Villeda Morales –y su interés de influir sobre las maestras de la escuela de niñas, con las cuales busca ejecutar acciones conjuntas. Para precisar esta forja de la honradez entre los niños bajo su cuidado, Murillo Soto les recomienda a sus colegas que “al despachar a sus respectivos alumnos, deben preguntarles si les hace falta algunas de sus utilidades, con el objeto de controlar la ratería que generalmente se observa en las escuelas. Esto debe hacerse por la mañana y por la tarde con verdadera rigurosidad, para evitar quejas, reclamos y demás consecuencias” (Diario Pedagógico, 19 de junio de 1935).
 Fruto de este liderazgo de Francisco Murillo Soto –en que no hay que descartar su voluntad de llamar la atención de las nuevas autoridades partidarias del Partido Nacional que no terminan por convencerse de sus méritos y posibilidades, cuestionadoras en principio y retadoras del liderazgo del diputado Mauricio Ramírez- es que ese año de 1935, organiza y desarrolla la Semana Cívica, en la que originalmente se busca aproximar a la escuela, docentes y alumnos, con las autoridades y la sociedad, homenajeando a los mejores alcaldes de la ciudad que se han preocupado por servir mejor a las escuelas de la ciudad. Ese primer año, el homenaje que los docentes de las dos escuelas pública ofrece, se centra en los 7 mejores ex alcaldes municipales (7, uno por cada día de la semana de homenajes) “que más se han distinguido por el apoyo al ramo de instrucción pública del municipio en el curso de los treinta y cuatro años del presente siglo, resultando favorecidos don Norberto Quesada padre, don Purificación Zelaya, Esteban Sosa, Nemecio Agurcia, Terencio Reyes, José María Soto y Salomón Sosa” (Diario Pedagógico, 17 de agosto de 1935).

La Semana Cívica había empezado. La historia dará cuenta de su larga andadura y de su evolución. Y fundamentalmente, del espíritu y liderazgo de Murillo Soto que le trasmitió a los docentes un nuevo sentido de responsabilidad con la sociedad y con las nuevas generaciones. Y la confirmación que, desde entonces, las cosas habían empezado a cambiar. Porque hizo que la educación fuese lo más importante para la forja de un mejor país. Y animó a los maestros para que ejercieran un liderazgo más dinámico en la vida de la sociedad, colocando su talento y sus habilidades, al servicio de los mejores esfuerzos para la forja de una nueva identidad. En efecto, Francisco Murillo Soto, fue un gran maestro. Un líder extraordinario. Que hizo escuela, formó maestros y dejó una ejemplar estela de servicio y creatividad, cuyos efectos se sienten en la ciudad que le vio nacer, Olanchito, la que sin su obra principal –la Semana Cívica- no sería más que otra ciudad de la Costa Norte de Honduras. Sin personalidad y sin espíritu.
Fuente :  La visión pedagógica de Francisco Murillo Soto
Anales Históricos  14 octubre, 2012 Diario La Tribuna

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